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“… Le diré palabras al blanco del papel que grita por ser homenajeado

Obstinados complejos se van creando con la cruel sutileza de estorbar

La mente aliviada es el acompañante para un transcurrir distendido

El sur es una tromba que decidió batir sus rigores de agua entrelazada

Por necedad o decisión surqué este punto cardinal para mis cambios de piel…”.

 

El universo de Fernando se nos presenta como una herida sangrante, en carne viva. Temas como la libertad, la locura, el abandono, la ausencia de lectores, el desamor... esas cosas que dice no saber y que aparecen como sombras entre las paredes de su pasado, definen a este libro repleto de imágenes y sorpresas literarias.

El insomnio somete al poeta a un plano subterráneo en donde la palabra es refugio y, a la vez, la bala que desparrama tristeza, dolor y su modo peculiar de descifrar el mundo.

“La casa que me acuna no es celda”, dice el poeta, entonces, ¿lo será el pensamiento que se teje en la noche que no lo deja cerrar sus ojos?

“Me echaré a dormir para ver si el que me abandona esta vez es el insomnio”, suplica en uno de sus poemas, pero el sueño es un barco anclado lejos de la costa y no llega para liberarlo de la oscuridad y del silencio abrumador de ser el único despierto ante seres durmientes. Así como un viajero que no descansa, nos allana el camino con su libre expresión, regalándonos sus versos dolientes, pero repletos de significado y emoción.

La poesía de Fernando, entonces, es como un sueño lúcido que atraviesa el sufrimiento de lo perdido o de aquello que no pudo ser: la nostalgia por el romance juvenil y por ese amor que sigue siendo astilla en el alma. La soledad, que como bien la define “es una amiga traidora”, es la daga que atraviesa toda su obra. Nada más solitaria que la vida del insomne y del poeta.

Romina Eliana De Seta

 

Una vez más, Fernando Guido Peidro nos invita a sumergirnos

en su océano: su mente se agita en aguas consteladas de letras,

mientras sus palabras elegidas se convierten en el submarino que

nos lleva a la profunda oscuridad que esconden. Así, en medio de

cruces y espejismos literarios, nos confiesa muchas de las postales

que la vida le fue mostrando para luego concluir que eso importa

tanto como todo aquello de lo que no sabemos en absoluto.

 

Fernando Guido Peidro (Buenos Aires, 19…) es un escritor que camina en

compañía de la luna por su barrio Villa Industriales en Lanús. Hace muchos

años también caminó por la Facultad de Filosofía y Letras y hasta supo tener

su propia librería. Es un ávido lector que vive en una casa invadida por los

libros. Su día es la noche y su principal inspiración, además de la literatura,

es el cine, la música y sobre todo la vida, la propia, la de otros y la que

transcurre en mundos sutiles.

Entre sus obras poéticas se destacan Ni, De Lanús, Septiembre, Las brújulas

rojas, Los pájaros blindados, Las 29 moradas, y Poemas. En narrativa, escribió

Las vicisitudes en la vida de Alejandro, Una estación en el mar y Barcelona,

Buenos Aires, Barcelona.


Encuadernación japonesa

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“… Le diré palabras al blanco del papel que grita por ser homenajeado

Obstinados complejos se van creando con la cruel sutileza de estorbar

La mente aliviada es el acompañante para un transcurrir distendido

El sur es una tromba que decidió batir sus rigores de agua entrelazada

Por necedad o decisión surqué este punto cardinal para mis cambios de piel…”.

 

El universo de Fernando se nos presenta como una herida sangrante, en carne viva. Temas como la libertad, la locura, el abandono, la ausencia de lectores, el desamor... esas cosas que dice no saber y que aparecen como sombras entre las paredes de su pasado, definen a este libro repleto de imágenes y sorpresas literarias.

El insomnio somete al poeta a un plano subterráneo en donde la palabra es refugio y, a la vez, la bala que desparrama tristeza, dolor y su modo peculiar de descifrar el mundo.

“La casa que me acuna no es celda”, dice el poeta, entonces, ¿lo será el pensamiento que se teje en la noche que no lo deja cerrar sus ojos?

“Me echaré a dormir para ver si el que me abandona esta vez es el insomnio”, suplica en uno de sus poemas, pero el sueño es un barco anclado lejos de la costa y no llega para liberarlo de la oscuridad y del silencio abrumador de ser el único despierto ante seres durmientes. Así como un viajero que no descansa, nos allana el camino con su libre expresión, regalándonos sus versos dolientes, pero repletos de significado y emoción.

La poesía de Fernando, entonces, es como un sueño lúcido que atraviesa el sufrimiento de lo perdido o de aquello que no pudo ser: la nostalgia por el romance juvenil y por ese amor que sigue siendo astilla en el alma. La soledad, que como bien la define “es una amiga traidora”, es la daga que atraviesa toda su obra. Nada más solitaria que la vida del insomne y del poeta.

Romina Eliana De Seta

 

Una vez más, Fernando Guido Peidro nos invita a sumergirnos

en su océano: su mente se agita en aguas consteladas de letras,

mientras sus palabras elegidas se convierten en el submarino que

nos lleva a la profunda oscuridad que esconden. Así, en medio de

cruces y espejismos literarios, nos confiesa muchas de las postales

que la vida le fue mostrando para luego concluir que eso importa

tanto como todo aquello de lo que no sabemos en absoluto.

 

Fernando Guido Peidro (Buenos Aires, 19…) es un escritor que camina en

compañía de la luna por su barrio Villa Industriales en Lanús. Hace muchos

años también caminó por la Facultad de Filosofía y Letras y hasta supo tener

su propia librería. Es un ávido lector que vive en una casa invadida por los

libros. Su día es la noche y su principal inspiración, además de la literatura,

es el cine, la música y sobre todo la vida, la propia, la de otros y la que

transcurre en mundos sutiles.

Entre sus obras poéticas se destacan Ni, De Lanús, Septiembre, Las brújulas

rojas, Los pájaros blindados, Las 29 moradas, y Poemas. En narrativa, escribió

Las vicisitudes en la vida de Alejandro, Una estación en el mar y Barcelona,

Buenos Aires, Barcelona.


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